Se inicia el mes de septiembre y ponemos punto y final a las vacaciones de grandes y pequeños. Llega el momento de recuperar las rutinas de clases, libros, apuntes, deberes y exámenes. Padres, madres y alumnos ya lo tienen todo preparado, pero… ¿estarán preparados los colegios, institutos y universidades?
A día de hoy, aún existen muchos centros educativos públicos y privados que no poseen edificios accesibles para alumnos con discapacidad o movilidad reducida. De hecho, forman parte de una realidad que hay que cambiar para garantizar el acceso a la educación a todos los alumnos.
Muchos de esos colegios o centros están ubicados en edificios antiguos y carecen de soluciones técnicas o recursos óptimos para eliminar las barreras arquitectónicas. Así, con el inicio de un nuevo curso, esas necesidades especiales vuelven a estar presentes e incluso aparecen otras diferentes, de ahí que en ocasiones sea preciso adoptar ciertas medidas con carácter urgente.
Las barreras arquitectónicas forman parte de nuestro día a día y también están presentes en los centros educativos. La atención a la diversidad en el sistema educativo debe centrarse, entre otras cosas, en las trabas que encuentra el alumno al acceder al centro y al desplazarse por su interior e incluso por el propio aula.
Facilitar el libre acceso al centro debe ser un objetivo a cumplir en cualquier institución educativa que se precie. Una de las primeras barreras con la que los alumnos suelen encontrarse tiene lugar en la propia entrada al edificio. Esta situación puede generarse por varias razones, bien por la ausencia de rampas o por el diseño ineficaz de las puertas de entrada.
Asimismo, los alumnos con movilidad reducida pueden presentar problemas para desplazarse con libertad por los diferentes espacios del centro.
Existen diferentes soluciones de accesibilidad ideadas para cualquier tipo de barrera u obstáculo, que asegure la mayor autonomía y seguridad para las personas afectadas. Una de las opciones más recurrentes consiste en la instalación de rampas para salvar los escalones de la entrada, tanto en la puerta principal como en las puertas accesorias.
Otra alternativa son las plataformas salvaescaleras instaladas en escaleras de uno o varios tramos, que pueden manejarse fácilmente con tan sólo apretar un botón. De todas formas, en algunos casos, la opción idónea consiste en la implantación de elevadores de corto recorrido, fáciles de instalar y mantener.
En cuanto al ascensor, pese a ser la solución más costosa con mayor implicación de obra, se trata de la opción de accesibilidad por excelencia. No obstante, no siempre es viable a nivel técnico o por presupuesto, de ahí que lo más adecuado sea pedir asesoramiento profesional.
Mientras las barreras arquitectónicas persistan, no se podrá garantizar una educación de calidad para todos. Que una simple escalera se convierta en un muro infranqueable para algunos alumnos, supone un impedimento en la igualdad de oportunidades.
La implantación de un ascensor aporta bienestar y mejora la calidad de vida de aquellas personas que realmente lo necesiten. De hecho, son la opción más solicitada, aunque cuando su instalación resulta inviable, las rampas o salvaescaleras son otros métodos efectivos para mejorar la accesibilidad del edificio.
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